Mi Intento de Impedir la Boda: MTY y TJ

Aquí va el texto que leí en Monterrey el sábado pasado en la ocasión de la boda MTY-TJ. Como sabrán, fracasé. Va:

Permítanme, antes de que se casen, les quiero decir...


Mi regio, en todo el año de lo nuestro, nunca te quitaste la gorra, mirabas el suelo perpetuamente como si evitaras mi mirada. Tu suéter de fieltro, suave, y tus mezclillas apretando los muslos. Me sedujiste en Houston, en Talento Bilingüe en el show de jaulas, video y castellano puro. Esa noche anaranjada de electricidad y acrílico, nos acostamos, ¿te acuerdas? Las sabanas rotas y gastadas, una brizna salada entrando por la ventana, me llenaste de nubes, miel y agua. Sonamos con las plantas decimonónicas de esta región, la nuestra, los demonios de Nuevo Santander, de los álamos esparcidos en las llanuras de la costa del Golfo.


Te recogía siempre del mismo lugar, del complejo de apartamentos allá por Galena Park, por San Jacinto, por el antiguo campo de batalla donde primero te perdí. Los pinos del parque prácticamente llegaban al cielo. Las chimeneas de las refinerías de Pasadena te recordaban a las tuyas en el Parque Fundidora, Minuciosas partículas de polvo contaminaron nuestras gargantas. La fealdad que nos cautivó. Intentamos un intercambio de lenguas. Apenas empezamos a entendernos, mi ingleñol y tu espanglés. Fracasaríamos.

Navegamos por las lagunas del Intercoastal Waterway, por las garitas de Raymondville perdidos entre el chaparral del Valle, yo te imaginé vasto, extendido y plano. Por las oficinas de Migración, migramos entre palmeras falsas y letreros de “No escojan el mal camino”. You cruised me en la Macroplaza, fuimos a VIPS y a un club de metal y escombros. Luego subimos en un arco iris y lo subyugamos a nuestros deseos.


Sin embargo, las piernas temblaban tanto en el autobús, ardían las rodillas, niños lloraban y el lucerío blanco rojo y amarillo de la distancia. Frontera. Como si nos separaran serpientes, águilas y ríos. Pero no. Pensaba que íbamos a llegar a un acuerdo.
Te desapareciste. El agua que tiraste salpicó en el piso con el impacto. Los rastros de la violencia sufrida se extendieron por toda la región. No quería oír los balazos. Ignoraba las bombas y tus achaques.


Y, como te he dicho miles de veces antes, te imaginaba en traje de rosas amarillas, pisando papaya, mandarina y nueces de los nogales que rodean mi hogar.
Viajes de espionaje revelaron tu infidelidad. La conocí en bares podridos, en callejones sucios y amargos, pero también la vi en su SUV en la fila, agresiva y determinada, tomando un agua de pepino, fumando un cigarro. Creo que nunca me viste, pero yo si te vi. No hubieras esperado encontrarme bajo el acantilado al lado del Pacifico o en casa de ella, Infonavit, cerca de la presa. Claro que no.


Pero ahora, ya llegué, sólo quiero proponerte un futuro sin amargura. Lo que tuvimos fue un regalo no merecido. Ahora solo queda un puente para cruzar el golfo que nos separa. Que antes, te iba a decir que nos fuéramos a Coahuila, a Ciudad Acuña o Saltillo, que nos casáramos, que concretáramos nuestra solidaridad en un pacto.


Pero ahora, lo que tienes con ella no va a impedir lo nuestro. Hasta aumentará el calor de nuestra unión. No me desespero, te esperaré en la banqueta, afuera. Y por si acaso, me quedo con tu gorra, con el recuerdo. Por si nunca me volteas a ver otra vez, siempre guardaré la memoria. Y el aprendizaje.

Más fotos de la boda aquí en el blogspot de Óscar David López...