La lluvia del desierto sonorense
Qué escribir si la vida se pasa así. Emputado con la máquina. Puto que perdió el partido y sale reclamando la injusticia de la falta. Culpa suya que se vino todo abajo. No hay desfile aquí. Él que al final escogen, el peor de todas. Nunca jamás dicen. Y la lengua la única patria, la que queda bajo el epidermis, en las entrañas polvorientas. La lengua evita la pelea. El futuro, cierto, imposible de olvidar. Salir de la casa, negar la influencia de la madre. Imaginar un lugar donde sí se puede viajar. Palabras, solamente, claro. Lengua, eres para mí. Me das menos lata. La lluvia me lo insistió al injuriarme. Vencido por. Esta lengua que no es mía esta tierra a la que no tengo ningún deber. Esa lengua en la cual me hago el niño tonto, perdido entre gigantes, salida no hay. Ni aquí donde reaparecen los fantasmas. Pienso demasiado en inglés. Piensa la máquina. El futuro queda en los nubes, miedo a tener un algo. Amar es algo. Coger otro. El futuro queda atrás, retrasado por las tergiversaciones cerebrales. Mi relación con las baldosas es pésima. La piel se suavizó los mocos se remojaron. Un vocabulario del quinto grado posibilita el futuro. Escritura automática con palabras inexistentes. Ya se ha dicho. La lengua mía intenta encontrarte y cae a la mitad del callejón. Sin palabras. Cállate. La sequía se quedo decadas atrás. La madre perdida en los escombros. No te cuento ya.
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